
Los poemas que han ido quedando fuera de cualquier poemario, pero que voy reuniendo para un posible y futuro poemario o una antología de lo inédito.
Decir que estos poemas son de la post-adolescencia que nadie espere grandes revelaciones ni frases maravillosas. Son los versos de un poeta primerizo y tímido.
La instantánea de momentos claves ante el dolor y la incomprensión generacional que todos sufrimos a esas edades.
Un retrato personal y preliminar. (2017)
El verdadero poeta
Era un verdadero poeta
en noches de oscuras mantas,
sobre resquebrajadas mejillas,
entre presencias serenas
y un pasado pleno de cometas
en el albor de la vida.
Con el frío aferrado
a un cuerpo inexistente,
besado por el viento
en la sombra del pecado azul,
del pesar que sumaba su esencia.
Revelada la luna por vez primera
de él se reía,
impotente y extática como un roble
que guarece pechos
en espera de caricias,
un pecho laxo como flor
en un jardín de noviembre
de arrebatos innombrables.
Sí, era un verdadero poeta
entre ocultos soles ancestrales,
preñado por el rayo
del deseo más puro,
en superficies como espuma de sal
y otras veces, en playas surcadas
por dedos calientes que inauguran…
En horizontes de miradas
y en llanuras como besos,
entre nevadas y borrascas,
roto como arcilla árida,
humedecido de sábanas
cuajadas de sudores y miedos;
en escapadas de la impaciencia
por el campo universal del pensamiento.
Solo y bajo árboles que fueron
en el fuego de la tierra
y la pasión de los guerreros
por vencer al adversario
cuando este son versos fundidos
como el amor cuando se licúa
en la nitidez de su seno.
El monte que viene
¡Oh dulzura mía!
Cielo enardecido,
ocaso tú,
madera yo, ardiendo
en nuestro lar
¡Tú, sangre rebelde!
Oh cauce de mi río!
Ciprés iracundo tan temprano
Orquesta de hojas caducas…
Oh poniente!
Arista de los sueños
cenizas en la cumbre…
Oh zanja del deseo
misericordia que deviene
en mentira, en cirros sedientos,
pie errante que me llegas…
Castillo sin defensa
Oh tu sendero!
Oh tierra roja
Moteada de verde monte
que monte eres y te precipitas
a una legua apenas,
vienes con el rocío
y finges…
El monte que finge
Oh misterio mío!
Una mirada que desafía.
Pueril sentimiento
que es océano!
Oh sueño imposible
Que te presentas y te vas,
te proyectas
y me ensombreces.
Oh cuerpo herido
Que mueres sin tu hora
poco a poco
sin vivir tu quimera!
Oh duende y mago
Del piano y de los versos
que anidas en la mente
y dejas notas cada noche…
Oh sembrado geométrico
Goteado de amapolas
que la ventisca destroza
y nunca superan la estación.
Oh monte verde invernal
Esconde estos secretos
entre la maleza y el temporal
y los romeros!
La muerte dulce
Soñó que moría
Y que el aliento le faltaba,
Soñó que se moría
Y que lo hacía en silencio.
Apenas veía
Y lo que creyó que eran árboles
Eran los barrotes de la cama,
Sintió un peso enorme
Y solo eran las mantas.
Recordó miles de cosas
Confusas e insignificantes,
Un jarrón de flores lilas,
Un vaso de agua vertido,
Una playa de enero y las olas,
Un viento matinal helado
Y la luz del atardecer.
La luna de madrugada,
Las siestas del pueblo callado,
La sortija que encontró de niño
¿Dónde?
El zumbido de una abeja,
Niños jugando en la calle…
Todo le parecía lejano,
Y sintió que algo más de faltaba
¿algún secreto de la infancia?
No podía mover los dedos,
Un débil sudor de la frente manaba,
Imperceptible apenas, una boca
En la mejilla le besaba,
¿quién era? Entre sombras divagaba.
Por las comisuras de los labios
Una saliva amarga se escapaba,
El rencor guardado y el odio
Que ahora se derramaba.
Frente a rayas negras y largas,
Voces o murmullos, llantos ,
En la garganta algo le ahogaba.
Lentamente sus párpados se cerraban
Y se apagó alguna vela de la sala,
Y pensó que alguien cercano moría,
Entonces quiso saber quién y no pudo,
Su cuerpo era insensible.
Y entonces sonrío dulcemente,
Un halo de tristeza se alejaba,
Había dicho adiós sin saberlo.
Dos silencios
Ha roto tu silencio la muerte
Ha roto aspas el viento,
Molinero de la mente
Constante e intacto.
Has aborrecido la tierra amada,
Para saldar tu búsqueda ulterior,
Tus palabras, compañero que profesaste…
Ha roto el mar contra las rocas,
Y se ha esparcido la cera de tus ojos
Ambulantes y matizados de fuego.
Ha caído el tiempo en las cavernas
Y picoteado las gaviotas en tu pecho,
En místico vuelo, remanente.
Ha roto el salitre contra el silencio
En el refugio impenetrable del arrecife,
Abandono de la arboleda
Que fue nido en la infancia,
Para construir el mueble,
Alojamiento último
De tus huesos y tu memoria.
Ha roto la muerte tu existencia,
Ha roto tus alas el viento.
Estas manos
Estas manos
Que ahora tengo entre las mías
Estas manos
Que han rozado tu cabello,
Estas manos
Que se saben las cimas
Y los llanos de tu piel.
Estas manos
Que te dieron placer
Estas manos
Que se aprietan
Y se hablan a escondidas.
Estas manos
Que yo beso
Y forman danza con las mías.
Estas, tus manos
Que recorren mis valles
Y se deslizan por mis riscos
Estas manos
Que poco a poco
Encienden los helechos
Y se pierden en mis venas
Estas manos
¿qué puedo decirte más?
Tus manos,
Que no me falten tus manos
Quiero
Quiero llorar por el mundo
Por tantos muertos y abandono,
Por los dormidos ahora,
Por los que planean su marcha,
Por los que cometen crímenes
Y por los que se suicidan a solas,
Por el insomne y el vigilante,
Por los que viajan en sueños
Y por los que emprenden un viaje.
Quiero gritar por el puente
Por el río que corre sosegado
Por los poetas que buscas versos,
Por la muchacha que perdió su niñez,
Por el amigo que no te ha respondido,
Por la mujer que necesita vender su carne,
Por los perros de los caminos,
Por el desprotegido en la noche,
Por el que en la ciudad está solo y pasa hambre
Por el que por error está en prisión.
Quiero llorar por los pueblos
Por la vejez que nos pudre,
Por el recién nacido sin llanto,
Por los que oyen y no escuchan,
Por el enamorado de una idea,
Por la fauna salvaje y las selvas
Por el arma disparada sin control
Por los amantes que están ausentes.
Quiero gritar en silencio
Por las sombras que se ausentan
Por las maletas sin dueño,
Por la guitarra que no tiene manos,
Por el patio de una casa lejana,
Por las calles donde te pierdes,
Por el adicto a su miseria
Por el que miente y se engaña a sí mismo
Por el que espera en la esquina una porción de amor.
Quiero callar hacia dentro
Por el opulento y los enjambres,
Por los monumentos destruidos en la historia,
Por los cadáveres sembrados por la guerra,
Por los árboles sesgados en la tierra,
Por el gas abierto en la cocina,
Los astronautas que flotarán siempre,
Y los marineros ahogados,
Por las radiaciones y sus secuelas
Por los hombres que idean armas semejantes
Y por las estrellas que mueren.