El trastero del corazón
Fran Ignacio Mendoza
Calma, calma, calma…
Clama la voz interior,
dice el alma a los pies, calma.
Dicen los pies al alma, calma…
Apertura I
El vacío es mirar, una vez perdida la ilusión,
por los rincones, el auge del desorden,
cómo el polvo va ocultando el fondo,
ácaros del sueño, libros inacabados, notas,
difuminado el ímpetu impulsor de ayer…
El vacío se aloja en el corazón desierto,
aviva la llama de lo abominable y traduce
lenguajes oníricos: quejas localizadas y hondas,
deseos ocupando el sitio destinados a no serlo,
imágenes muy vivas:
verme desnudo
y ya sin la costra del pasado a cuestas,
liberado del peso de los chantajes:
siendo simple admirador
de lo que admiro.
Apertura II
Ahora que conozco la sombra del vacío,
me apresuro con mi hacha de luz aún,
a socorrer los interiores oscuros de mi ser,
haciendo añicos los marcos
para que no me pongan ventanas en los ojos,
a descomponer la inercia habituada,
y a pernoctar de nuevo, aunque esté solo,
bajo un cielo nítido que restaura la mente.
Apertura III
Se han ido los largos días de la negación,
los angostos pasillos de la impaciencia,
los cajones vacíos de recuerdos inservibles,
las manos que estrangulaban la ansiedad.
Y con ellas,
el rechazo que no justificaba la pobre angustia.
El rapto lento de mi alma
hacia los fondos pantanosos
de la locura tan débil...
y los amigos sin alma...
se han ido
Y en su lugar se instaura
la luz ansiada en trazos y sueños,
la pulsión viva de lo definido... al fin,
la inmensa llanura de serenidad creciente.
El sorbo dulce de un beso esperado sin tristeza.
La inagotable sensación de haber nacido desde dentro,
despertando el ángel que detenido se iba muriendo,
ahora cobra vida y recupera el aire,
alojándose y cómplice entre mi sangre,
adhiriéndose cual horma a mi corazón.
Apertura IV
(Esquema de un rapto)
Vigilante la mirada se esparce,
repasa el material disponible...
Cómo no emanan lúcidas ideas
en desestimados momentos.
Cómo se impone la pereza
y desfigura el carácter.
Senilidad combate a la energía
y descienden del cielo
las grandes paréntesis,
cerrando la equis de la pasividad,
repitiéndose infinita,
cuando la inocencia aún procura
el salvavidas...
Apertura V
Son los segundos.
El frío de las paredes.
Acuarela pálida de la memoria.
Son inaudible del pasado,
que graba la piel
y disipa el alma.
Son las paredes.
El frío en la piel.
Memoria monocroma
del recuerdo
que cuartea la visión
y absorbe el alma.
Gracias a “Rapto del alma” (Baudelaire)