El loenguaje interior -muestra-
El adagio cotidiano
Al compás de un adagio
que colma la sala,
irrumpen los entresijos
que los objetos susurran.
Los arcones y las vasijas
preservan aromas de tiempos rebasados,
adormecen a la hora de la siesta
y la cortina verde que filtra la luz.
Cerca de las sombras
hay nostalgias empacadas
que reducen las tensiones
y nos profesan fidelidad.
Me acecha la mañana,
la tarde y la noche
plenas de paz y júbilo
o de inefable simplicidad.
Al compás de un adagio
que colma la sala,
irrumpen los entresijos
que los objetos susurran.
Pone vallas el silencio,
desbloquea ante dilemas
y consolida consciente
la placidez recobrada.
(“Adagio for strings, op.11” de Samuel Barber)
El sabor de la frambuesa
Tu lengua otorga a la mía
el sabor agridulce de la frambuesa
y los cielos tutelan
las miradas que socorren
nuestros goces.
Las rémoras pasadas
no acuden a salvaguardar
del hielo propagativo
que acomete
y nos rodea.
Somos equidistantes
en medio de la nada.
Un soplo inadvertido
que nos justifica
y que consolida el perímetro.
I
Las rémoras aprendidas
clausuran y nos mantienen
al amparo de los huracanes
que irrumpen a deshoras
y desisten en su disolución.
Su ruptura está pactada.
La placidez bien manifiesta.
II
La prisa nunca frunce bien
los manteles almidonados
ni las sisas del vestido
que debimos estrenar
cesando todo lo retrospectivo.
Los obstáculos vividos
nos exhortan de futuros peligros.
III
El riesgo fue experimentar tus labios
y el sabor de la frambuesa.
Los néctares privados
que aplacaran la avidez constante
al saborear el dulce de lo postergado,
los acres besos y el tacto
que nos mantiene cautivos.
Una nota en el recibidor lo transcribe.
El dolor presente
Duele el tiempo
y las sospechas evidenciadas.
Se anticipa un arroyo
de letargo sufrido
que dispusiste no ver…
Duele la mesa
que apoya los codos
tanteando dar forma
a un nuevo poema,
un atisbo espontáneo.
Duele el tiempo en los cafés
de anónimos vivificando estados,
entre palabreos y confidencias
que advierto desde las aceras,
siempre distante.
Duele la sal en los ojos,
la verdad desdoblada
en cuatro frases y fechas
que no sabías ni te imaginabas
burlado.
Duele el presente
y la indolencia de lo subjetivo,
el desamor preciso
a fuerza de decepciones
y de retiros advenidos.
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