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Reseña de Evelio M.C. sobre Lo que no confesé a Nikola Tesla

Reseña de Evelio M.C. sobre Lo que no confesé a Nikola Tesla

Fran Ignacio Mendoza es un activo poeta de la comunidad de Instagram, red en la que compagina dos cuentas: @fransilvania_oficial y @fran.ignacio_mendoza_oficial

Como se suele decir en estos casos, es un poeta de dilatada trayectoria que cuenta con hasta el momento casi dos docenas de poemarios publicados, amén de colaboraciones en otros medios y revistas literarias. 

Por el poemario aparecen entonces algunas de las preguntas que referenciaba más arriba en torno a la indagación sobre nuestra identidad, pero filtradas a partir de la propia experiencia del autor y, cómo no, de su sensibilidad poética.

Así, por ejemplo, en mi opinión un polo que da sentido al texto ya aparece en uno de los primeros poemas: la tensión en la construcción del yo entre lo que uno es (o puede pensar que es en un momento de tiempo determinado) y cómo la sociedad, con sus normas, instituciones y renuncias, moldea nuestra identidad: de

Ser tú es una construcción lenta, entre la animalidad

originaria desatendida por la educación que vas

recibiendo, tanto en casa como en la escuela para

beneficio propio.

Aunque también en esas instrucciones se vislumbre ya el origen de la manipulación socio-religiosa.

Siendo un poemario construido en torno a la indagación personal no podía faltar la reflexión poética en torno a la memoria, otro de los grandes polos sobre los que se sostiene el libro. La poetización en torno a la memoria aparece en varias formas. Por ejemplo, como cuando nuestro poeta parece meditar sobre la consistencia del recuerdo:

Hoy aprecio miles de detalles

que no advertí en aquel verano

de los descubrimientos

No es una cuestión en absoluto baladí. Buena parte de eso que llamamos Yo se articula en torno a la memoria: lo que somos bien podría ser el recuerdo de lo que somos, o mejor, lo que creemos recordar. Y es que, a pesar de que solemos pensar lo contrario, la memoria es una facultad falible, siempre sujeta a distorsiones: lo que pensamos que sucedió quizá no sucedió como pensamos, sino que es el producto de una reconstrucción a posteriori que sólo ha tenido lugar en nuestra mente. 

Desgraciadamente nada ejemplifica mejor este funcionamiento de la memoria que las enfermedades que la afectan, siendo la más destacada el mal de Alzheimer. Justamente nuestro poeta dedica uno de los poemas más desgarradores del libro (La invasión de las hormigas) a su padre, víctima de dicha maldita enfermedad, poema del que rescato estos versos: 

El tema de la enfermedad del padre reaparece explícitamente en el poema Besos, desdichas y tú, en el que también se refleja a la perfección la que para mí es otro eje del poemario: la toma de conciencia de haber cambiado, de ser un alguien en el mundo, un alguien vivo pero finito:

Mirar hacia atrás, cegado

y dentro del doble forro de mi mochila:

el acantilado de lo disipado ya,

sin haber sido consciente del tránsito,

de los cambios que vendrían -ya realidad-,

de que yo no pintaba nada

para este mundo, cero.

Como apuntaba más arriba, la cuestión del cambio físico de localidad, y lo que implica para las construcción del sentido del Yo de nuestro poeta, también ocupa un lugar privilegiado en el poemario. No podía ser de otra forma, puesto que los lugares en los que habitamos son el catalizador, el detonante y el escenario de todo aquello que nos acontece, que nos marca como individuos, y no necesariamente para bien, como da a entender Fran Ignacio en varios poemas:

El olor a goma de borrar, lejos,

las palabras que me sometieron,

extinguidas ya, apiladas y ardidas

en un infierniello interno, por una palabra

restauradora de cielos sin nubarrones.

Los cuadernos colmados de erratas y sin tildes,

los pupitres manoseados e inválidos, atrás.

 

Mi padre se fue yendo como un pajarito

gris y triste, desplumado y apagándose.

Se paralizan los relojes de ambos hemisferios,

te entrevés en paraderos nunca visitados,

ejerciendo profesiones impredecibles,

siendo quien no fuiste y tal vez aspiraste a ser.

 

A pesar de que el tono general del poemario está surcado por la melancolía, aunque también la sensualidad, que comporta el autoexamen y la indagación en la memoria biográfica, no faltan poemas en los que Fran Ignacio da muestras de un perfil más combativo en lo personal y en lo social. Es algo que también se puede apreciar en algunas de sus entradas en sus cuentas de Instagram, donde no duda en (como se suele decir) meterse en algún que otro jardín. Así, en Arder en poesía (I) escribe:

Déjame decirte algo más,

arderemos en poesía,

la verdadera, sí,

la que nadie lee…

¿Y qué?

Sin duda que Lo que no confesé a Nicola Tesla me parece poesía verdadera, de esa que merece ser leída más allá de las modas del momento: así lo prueba la capacidad lingüística de nuestro poeta, que combina los tonos oníricos con los estrictamente realistas, las palabras de raigambre, del campo y de la tierra, con las referencias a la cultura pop o a conceptos de la física. Además, varios poemas engarzan unos con otros, realzando así la sensación de remembranza de lo vivido, de meditación interior. 

¿Y qué pinta el famoso inventor Nikola Tesla en todo esto? Bueno, digamos que es bastante más que una mera licencia culturalista que se permite nuestro autor. Pero, para no desvelar del todo el motivo, dejaremos que sea el lector quien lo descubra por sí mismo al leer el poemario de Fran Ignacio Mendoza. Como complemento, cabe decir que el libro goza de un excelente prólogo del también poeta con presencia en Instagram Jorge Pérez Cebrián


 

 

 

 

 

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