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Pegaso - Fran Ignacio Mendoza

Publicado: 18/10/2015 13:12 por Fran Ignacio Mendoza en Relatos
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Sor Juana reza frente al crucifijo de su celda, descalza y de rodillas sobre las baldosas frías y húmedas de la abadía. Mira el crucifijo obnubilada.  Faltan diez minutos para maitines y aprovecha para clamar perdón al cielo y al reino de  las tinieblas – por si acaso-  por su pecado.

 

Entra en el refectorio después de las plegarias matinales y decide ayunar. Sor Inocencia que la observa desde hace días, nota algo extraño en su comportamiento. Y ya a solas, se acerca:

-          ¿Por qué no come nada hermana?, ¿se encuentra indispuesta, enferma?

-          No, querida Madre, no es nada, es solo que deseo limpiar mi organismo unos días. Una purga natural, solo tomaré agua y zumo de limón. Siempre he oído decir que las depuraciones son más aconsejables en verano, por el hecho de que se bebe más.

-          Bien- responde Sor Inocencia-, siempre que no te excedas, y si te notas debilitada lo cancelas, el ayuno es un acto purificador pero no debemos abusar.

-          Sí, Madre, no se alarme, soy consciente de mis fuerzas y mis limitaciones.

Después de toda la jornada sin probar bocado, toma ya en su cuarto, un vaso de agua, y se tiende en el suelo sin desvestirse, mirando hacia la ventana entreabierta por donde entra la luz de la luna. La misma que fue testigo de su error. La noche de San Lorenzo, que tomó vino- más de lo consentido- después de la cena y a escondidas en la bodega, cuando Sor Jacinta, la encargada de los fogones se retiraba a su aposento.

Nota que le invade el prurito insano que le obliga a rascarse sin remedio. Se sube los faldones y se rasca hasta sangrar las ingles. Se limpia y refresca el pubis que decidió rasurarse hace una semana, después de ese momento desafortunado…

Abandona el ayuno al quinto día, pero su cuerpo no se purifica y menos su mente; piensa en una solución aleatoria. Mientras todas están descansando a la hora de la siesta durante las horas de intenso calor, se encamina hacia la cuadra sin hacer ruido, echando los cerrojos con parsimonia. Entra y se acerca a Pegaso, -el caballo del páter que ellas cuidan en su ausencia- le vuelve a tocar suavemente, temblándole el corazón y las piernas por la abstinencia. Se sube sus ropas y vuelve a rozarse contra el animal, procurando que no se inquiete. Le acaricia y se frota contra él. En un instante el equino eyacula entre sus piernas y ella se tumba sobre la paja, retorciéndose en una extraña mezcla de placer, dolor y culpa. Pero el picor continúa…

Al día siguiente, después de ser buscada toda la mañana, encuentran a Sor Juana ahorcada del palo mayor del establo a escasos palmos de Pegaso.

Su pecado no ha sido expiado, ha quedado entre ella y su ecuestre amante.

 

 

Imagen: aliciamarcelinamoreno.blogspot.com

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2.

 

Mimetismos

 

 

De tus labios retumban las palabras

como el eco de las tormentas alejándose.

En el pecho

en ascuas se convierten

y en la sien son agujas que perforan

esparciendo tu visión gris de la tarde

con la materia gris de tu mente castigada.

 

Del castigo que te impartes por temor a amar

en la llanura ignota que delimitas

sabiendo amar en  el verde reflejo de tu mirada

a mansedumbre ansiada bajo secreto.

 

El mar azul

y el negro de tus pasos

enhebrados con el hilo

que cose la noche avanzada

en el delirio y el latido acelerado

con el manto áureo de los amaneceres

y el apremio en las decisiones últimas.

 

De tus manos nacen los laureles del perdón

la fatídica sucesión de uñas comidas

rabia dolida y pasión negada

en aras de un orgullo que provoca guerras frías.

 

En tus palabras reviven los infiernos

el fúnebre clamor que amedrenta la ternura

el sopor en el balance de las horas y los cantos

enterrado bajo losas y castrado adoleces.

 

Salvaje el mar

empuja contra el acantilado

celoso de bruma y sediento de labios

con la saliva de la inquietud y la sal.

Exclamando ayes.

Vencido.

Ayes, arrepentido cada mañana.



"Del color que destila afortunadamente la pureza" Ed. Gerust, 2014.

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